Como en aquella famosa canción veraniega de Los Refrescos, lo mismo que en Madrid los ciudadanos de Sevilla no tenían más remedio que decir «Aquí no hay playa». Y al igual que los madrileños, podían presumir de monumentos, paisajes, edificios modernos, historia… pero al llegar el verano ( que aquí no llega precisamente en agosto, sino que ya sentimos su llegada desde el mes de mayo) había que resignarse y buscar alivio contra el calor de mil maneras, pero nunca con la ayuda del agua, el sol y la arena… hasta ahora.
Desde finales de julio, Sevilla disfruta de su nueva playa. Sí sí, no es coña, realmente, no hay que hacerse ya un viaje de dos horas para poder mojar los pies en las olas; eso sí, este agua no es salada, sino dulce, procedente cómo no del Guadalquivir (aviso por si hay algún exquisito que quiera entrar en el detalle. Y es que una dársena del río ha permitido construir Sevilla Beach, un complejo de actividades veraniegas al lado del río, con piscinas, terrazas, y una superficie de arena conocida como playa urbana.
Realmente, la iniciativa tuvo gran éxito en su primer día de apertura, justo acabadas las clases, el 23 de junio. Y es que, cuando recuerdo mis años mozos, no me cuesta nada ponerme en el lugar de un montón de chicos y chicas jóvenes, que en pleno corazón de Andalucía van a poder disfrutar de ese ambiente festivo y ligón que hasta ahora sólo tenían los lugares de costa. Resulta difícil creer que Sevilla pueda convertirse en una de esas pintorescas localidades de playa, pues está cerca de ser una de las ciudades más modernas de España; pero al menos, en los alrededores del Guadalquivir, los jóvenes van a poder sentir esa sensación de expectativa que siempre se tiene en un día de playa.
Aún recuerdo cuando era joven, y con mis amigas cogíamos el autobús desde el centro de la ciudad hasta la playa más cercana, seguramente en Cadiz o Huelva. Nos pegábamos un madrugón impresionante, pero allá que íbamos con nuestra mochila cargadas de bocadillos, cocacolas y alguna que otra chuchería, amén de nuestras toallas, el bronceador y el bikini más sexy que hubiéramos encontrado. Porque no nos engañemos, más que remojarnos en el mar, lo que queríamos era enseñar palmito, y para eso nada como pasearte por delante de los grupos de chicos, o tumbarte en la arena cerca de donde ellos jugaban un partido de voleybol. Aunque bueno, no voy a dar ahora una leccion de ligoteo juvenil, seguro que todos, vosotros y vosotras, sabéis de lo que estoy hablando.
Así que me alegra bastante que ahora esto esté al alcance de todos los jóvenes sevillanos, porque lo bueno de quedarse en la capital es que, si el ligue prospera, siempre se puede quedar para esa misma noche, cuando el sol ya no te derrita y se pueda disfrutar de una terracita, ¿o no?